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Biden vs.Trump batalla por la Casa Blanca en una nueva plataforma
En un período marcado por el confinamiento, las redes sociales jugaron un papel clave en la recaudación de fondos, organización y difusión de información a los votantes. Pero su influencia parece haber llegado para quedarse.
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Convenciones nacionales de nominación, rallies masivos y grandes eventos de recaudación son quizás los símbolos más icónicos de las campañas presidenciales estadounidenses. Como cada cuatro años -pero ahora en modo pandemia- la atención por el proceso se mantuvo, e incluso creció.
A medida que los contagios de Covid-19 se propagaban por Estados Unidos, era evidente que las campañas de Joe Biden y Donald Trump tendrían que replantearse, y que habría diferencias entre ambas.
"Para los demócratas fue ejemplar tomarse en serio el coronavirus y confiar en la ciencia. Para los republicanos, se trataba de volver a la normalidad lo antes posible", explica Todd Belt, director del Programa de Gestión Política de la Universidad George Washington.
Un primer hito llegó con las convenciones nacionales, las cuales "seguían siendo parte del proceso, pero cambiaron mucho debido al Covid", dice el también doctor en Ciencias Políticas de la Universidad del Sur de California (USC).
El evento que confirmó a Joe Biden y Kamala Harris como la apuesta para recuperar la Casa Blanca fue un ejemplo de ello.
El tradicional estadio lleno de adeptos se convirtió en un show televisivo: artistas, grandes políticos y decenas de personas estuvieron presentes en grabaciones y plataformas como Zoom, un clásico de la era del Covid-19.
Los republicanos hicieron lo contrario. Cuando en la última noche del evento a fines de agosto, más de 1.500 personas entraron al jardín sur de la Casa Blanca para escuchar el discurso de aceptación, quedó claro que Trump había logrado su objetivo: hablar ante una multitud burlando las recomendaciones sanitarias.
Con el tiempo la tendencia siguió siendo la misma. "Vimos a los demócratas hacer muchos más eventos virtuales, mientras que los republicanos continuaron con una estrategia de campaña tradicional, que incluía puerta a puerta, rallies y demases", relata Belt.
Incluso el contagio de Trump de Covid-19, que podría haber sido un punto de inflexión, no fue suficiente como para cambiar la actitud de los republicanos hacia la elección.
Más allá de las diferencias, hubo elementos comunes. Según Belt, las redes sociales jugaron "un papel muy importante" en la recaudación de fondos, organización y difusión de información a los votantes en general, ya que mucha gente trabajaba desde casa y "desconfiaba de los eventos y las visitas, por lo que esta se convirtió en la forma de complementar las campañas tradicionales".
La propaganda online se topó con ciertas barreras: Facebook anunció que sus usuarios en EEUU podrían "desactivar" la propaganda política, mientras que Twitter verifica los mensajes para intentar detener la desinformación.
Esto no detuvo los esfuerzos, y entre el 1 de enero y el 3 de noviembre la página de Facebook de Biden gastó US$ 103 millones en publicidad en la plataforma, superando los US$ 92,5 millones que destinó el perfil de Trump, según la red social.
En 2008 la campaña de Barack Obama destinó US$ 8 millones en anuncios en Internet, y de ellos solo US$ 500 mil se usaron en Facebook.
Sumado a las nuevas plataformas, los comandos apostaron por asegurar medios masivos tradicionales, que si bien no se segmentan por interés, cubren regiones completas.
"La publicidad en televisión siguió siendo una parte importante de las campañas, y quizás se volvió aún más importante ya que muchas personas trabajaban desde casa", precisa el doctor de USC.
La carrera a la Casa Blanca también revivió antiguos medios que cobraron una inesperada relevancia. "Las campañas definitivamente se apoyan más en los mensajes de texto que nunca", dijo Jennifer Stromer-Galley, académica de Estudios de la Información de la Universidad de Syracuse, a Financial Times.
El "bombardeo" de hasta una docena de SMS diarios afectó a quienes les gusta la política y daban sus números de teléfono, pero también a quienes se esforzaron por mantenerse fuera del radar.
El contenido de los textos era diverso: invitaba a votar, a movilizar a potenciales adeptos a las urnas, pero sobre todo pedía donaciones.
RoboKiller -aplicación que elimina mensajes no deseados y que rastreó el movimiento en campaña- calcula que los estadounidenses recibieron más de 5 mil millones de mensajes de texto relacionados con las elecciones presidenciales solo en octubre.
Más de 3.284 millones de SMS fueron enviados por republicanos, mientras que sobre 1.836 millones fueron responsabilidad de demócratas.
Otro récord de estos comicios sería el costo de las campañas, que ascendería a US$ 14 mil millones según el Center for Responsive Politics. Esto la haría la elección más cara de la historia, siendo equivalente a más del doble que el proceso de 2016.
Belt afirma que ambos partidos se apoyaron en la recaudación de fondos online, debido a la falta de grandes eventos cancelados por la pandemia. Esa iniciativa habría llegado para quedarse, transformando la forma de hacer campaña, y no sería la única, dice.
Plantea que los demócratas fueron "muy ingeniosos al usar la 'intimidad' de hablar directamente con los votantes en el formato de la convención virtual", y dice que eso podría continuar incluso si las convenciones vuelven a ser presenciales.
Desde el otro lado, indica que los desfiles de botes, carritos de golf y autos se convirtieron en una "forma de solidaridad entre los partidarios de Trump", lo que podría volverse una nueva característica de la campaña de la derecha estadounidense.